Lo reconocemos: nos chifla el conocimiento.

En todas sus formas. Así que hoy estamos muy felices porque venimos a hablarte de los 3 tipos de conocimiento que hay.

Sí, sí: hemos dicho 3.

Y, ¿por qué debería importarte a ti eso?

Porque cada tipo de conocimiento tiene su propia manera de transmitirse. Solo una.

Y si no sabes cuál tienes que usar, todos los esfuerzos que hagas por transmitir esa información caerán en saco roto.

Y no queremos eso.

De manera que no pierdas detalle de lo que te vamos a contar sobre los tres tipos de conocimiento: el conocimiento explícito, el conocimiento implícito y el conocimiento tácito.

Y sobre cómo transmitirlos, claro.

¿Nos sigues?

¿Qué es el conocimiento explícito?

Empecemos por lo fácil.

Seguramente, este sea el primer tipo de conocimiento que te venga a la mente: el conocimiento que siempre has adquirido a través de manuales, clases y otras formas de aprendizaje tradicionales.

Sobredosis de conocimiento explícito.

El conocimiento explícito está organizado y estructurado. Es fácil de expresar con palabras y, por lo tanto, de difundir.

¿Qué es lo mejor de este tipo de conocimiento para tu empresa?

Que es muy fácil de transmitir a cualquier miembro de tu equipo. Bastará con encontrar un formato a través del que hacerlo y ¡voilà! A aprender se ha dicho.

Resumiendo: el conocimiento explícito mola.

Por cierto, si quieres evitar que tus empleados sufran «sobredosis» como la de arriba, el microaprendizaje es el formato ideal para tus formaciones.

¿Qué es el conocimiento implícito?

El conocimiento implícito es la aplicación práctica del conocimiento explícito.

¿Qué quiere decir eso?

Que una vez que interiorizamos el conocimiento explícito lo aplicamos a nuestras tareas casi sin darnos cuenta.

Y eso es el conocimiento implícito.

El ejemplo más claro en una empresa son los procesos para llevar a cabo el trabajo. Aunque no te hayas parado a pensarlo nunca, el implícito es, seguramente, el tipo de conocimiento más transmitido entre los miembros de tu equipo.

Y, cuando entra una persona nueva, ni te cuento. Por eso es tan importante un buen proceso de onboarding para los nuevos miembros de tu plantilla.

Porque no sirve de nada que a la nueva incorporación del departamento le digas «entra en el sistema y mira el stock de este producto».

«Que entre en el sistema, ¿cómo?; ¿dónde puedo consultar el stock?; ¿cuál es la referencia de ese producto?».

¿Será igual de difícil llegar a la cafetería?

Para transmitirlo con éxito debemos dejar de dar por supuestas todas esas cosas que hacemos de manera mecánica y que la persona nueva aún no ha tenido tiempo de asimilar.

Y tú dirás: «estupendo, pues que se vayan preguntando y arreglado».

Bueno… sí.

Y no.

Porque no siempre es posible ir a la mesa de esa persona que sabe hacerlo todo (y que —ilusamente— esperas que no se jubile nunca).

Y, si parte de tu equipo trabaja en remoto, ya ni hablamos.

Resumiendo: haz accesible a toda tu plantilla ese tipo de conocimiento para que pueda consultarlo rápidamente siempre que lo necesite (antes de que sea demasiado tarde).

¿Qué es el conocimiento tácito?

Venga, vamos ahora con el tipo de conocimiento más puñetero misterioso: el conocimiento tácito.

A diferencia del conocimiento explícito (que ya hemos dicho que molaba), el conocimiento tácito no está estructurado y es muy difícil de transmitir (y eso mola menos).

¿Por qué?

Porque no puede expresarse con palabras. De hecho, muchas veces ni siquiera somos conscientes de tenerlo.

Ella, por lo menos, no es consciente, no.

Adquirimos el conocimiento tácito a través de la experiencia. Aplicando a diferentes circunstancias el conocimiento que hemos asimilado sin darnos cuenta. ¿Quieres un ejemplo? Allá va.

¿Eres cocinillas?

Tanto si es tu caso como si no, seguro que Google te habrá echado una manita (o dos) a la hora de cocinar algo rico (o comestible).

Hasta aquí, bien.

Pero, ¿qué pasa cuando quieres preparar ese plato tan típico de tu casa? Sí, ese que tiene un toque tan especial con el que no consigues dar por más que buscas en internet.

Que acabas preguntando a la persona que sabe cocinarlo. Lógico, ¿no?

Peeeero entonces te encuentras con que tus preguntas tienen respuestas como estas:

«¿Que cuándo bajo el fuego? Pues no sé; según veo».
«¿Cuánto pimentón? Depende; voy echando sobre la marcha».

Frustración. Angustia. Desesperación.

Tranqui; si él pudo, tú también.

¿Cómo puede ser que esa persona clave siempre el plato si no sabe cómo prepararlo?

¡Eeeep! Alto ahí.

Ahí, justo ahí, está el quid de la cuestión.

Sí que sabe; la prueba está en que siempre le sale bien. Lo que pasa es que ni siquiera es consciente de tener esos conocimientos.

Por eso son tan difíciles de transmitir: su aplicación varía según el contexto.

Tu padre, tu abuela o quienquiera que guarde el secreto de la receta de tu familia no aprendió cocina en un cursillo; aprendió observando cómo otra persona cocinaba. Y poco a poco fue aplicando lo que iba asimilando de manera inconsciente.

Por eso ahora no tiene ni idea de cómo sabe cuándo debe bajar la potencia del fuego. Simplemente lo sabe.

Así que suerte con tu receta.

¡Eeeep! (Sí, otra vez).

Hemos dicho que el conocimiento tácito era difícil de transmitir, el puñetero, sí. Pero difícil no quiere decir imposible. La cosa tiene su intríngulis pero, poderse, se puede.

Y menos mal, porque el conocimiento tácito de tu empresa es uno de los factores diferenciadores que la pueden hacer destacar de tu competencia.

Y como aquí nos gustan las preguntas (y las respuestas) vamos a responder a ese gran interrogante que ocupa ahora todo tu pensamiento consciente: ¿cómo puedes transmitir el conocimiento tácito dentro de tu empresa?

¿Quieres saberlo? Pues sigue leyendo, que enseguida te lo contamos.

¿Cómo se transforma el conocimiento?

Maravilla de las maravillas: no solo hay tres tipos de conocimiento, sino que, además, se transforman; es decir: el conocimiento explícito se puede convertir en tácito y viceversa.

¿Cómo es eso posible?

Pues mira: Nonaka y Takeuchi lo explicaron muy bien con su espiral de conversión del conocimiento.

Te lo contamos, que quizás no te hayamos aclarado mucha cosa con esto:

El conocimiento está en constante crecimiento y se enriquece con la experiencia de la persona que lo adquiere y con la de aquellas con las que lo comparte.

Es decir: la transmisión del conocimiento genera nuevo conocimiento de manera constante.

¿Que cómo pasa esto?

Pues depende del tipo de conocimiento del que se trate; hay cuatro procesos diferentes:

1. Socialización

Solo la palabra ya es bonita, ¿verdad?

Claro. Porque implica interactuar con otros miembros del equipo y aprender de ese conocimiento que tienen pero que no saben expresar con palabras.

Ya te dijimos que la socialización era chula.

Exacto: el conocimiento tácito.

A través de la observación y la experimentación, la socialización convierte el conocimiento tácito en conocimiento tácito… en otra persona.

Es decir, si quieres transmitir el conocimiento tácito en tu empresa, necesitas que tu equipo interactúe de manera cercana. Y con cercana queremos decir cara a cara en el mundo físico, no a través de una pantalla.

2. Externalización

La externalización te va a gustar, ya verás.

Porque te va a ayudar a transformar el conocimiento tácito en explícito. Y ya sabes lo que quiere decir eso, ¿verdad?

Que una vez hecho explícito, podrás transmitir ese conocimiento de manera estructurada a todo tu equipo.

¿Cómo se hace eso?

A través de la interacción física, igual que en la socialización, pero introduciendo el diálogo, las preguntas y maneras de transmitir la información no estructurada para que el interlocutor la entienda. Las metáforas y las analogías suelen venir muy bien aquí.

3. Combinación

Y ahora que ya hemos convertido el conocimiento tácito en explícito, ¿qué hacemos con él?

Pues ampliarlo y mejorarlo.

Podemos clasificarlo o ampliarlo, añadiéndole más conocimiento explícito o combinándolo con él.

Es decir, transformamos conocimiento explícito en nuevo conocimiento explícito.

Y, lo mejor, podremos transmitir este conocimiento enriquecido a través de cualquier formato de aprendizaje.

4. Internalización

Aquí viene la última transformación, la internalización, que convierte el conocimiento explícito en tácito.

Ya sabes que en cuanto asimilamos el conocimiento explícito, nos falta tiempo para llevarlo a la práctica.

Nota mental: asimilar antes de practicar.

Lo que viene después seguro que ya te suena: con la puesta en práctica del conocimiento explícito llegamos al conocimiento implícito.

Y después de experimentar, llega un momento en que todo ese conocimiento es asimilado por nosotros de manera inconsciente y, ecco… estamos de nuevo ante el conocimiento tácito.

Y así hasta el infinito y más allá, ya que, como habrás deducido, este conocimiento tácito puede volver a evolucionar a explícito, enriqueciéndose cada vez más.

No dirás que no es bonito.

¿Cómo transmitir el conocimiento en tu empresa?

Aquí querías llegar tú, ¿verdad?

Pues no te preocupes, que tenemos la solución que necesitas para hacer llegar el conocimiento a todos los rincones de tu empresa.

¿Conoces a Zap?

Zap es el bot de Zapiens y, permítenos un pequeño spoiler, va a acabar con esos problemones de transmisión de conocimiento que te hemos contado antes.

Como lo oyes.

Porque gestiona y organiza todo el conocimiento de tu empresa.

Así que cada vez que alguien tenga una pregunta, puede hacérsela a Zap. Se acabó pulular de mesa en mesa o mandar emails a ciegas buscando una respuesta que nadie parece tener.

Si Zap conoce la respuesta, la dará inmediatamente y, si no la conoce, preguntará a la persona experta en el tema dentro de tu organización (así, el día que se jubile no te dará un pampurrio 😉 ).

Y esa respuesta quedará registrada para siempre, lista para cada vez que alguien la necesite.

¿Cómo te quedas?

¿Quieres comprobarlo? Pues nada, regístrate gratis, que tienes hasta 20 usuarios sin coste para siempre (y eso es muuucho, mucho tiempo, y seguro que encuentras el momento de ponerte a ello).

¿Te ha quedado claro cómo transmitir los diferentes tipos de conocimiento en tu empresa?

Ahora que ya sabes cuántos tipos de conocimientos hay (y cómo funcionan), no tienes excusa para no gestionar el conocimiento de una manera decente.

No te quedes esa información para ti y contribuye a la expansión del conocimiento por el universo (y por las redes sociales); si te ha gustado, compártela con más gente maja como tú.

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