La historia dice que somos animales sociales, acostumbrados a vivir en comunidades. Es nuestra necesidad por relacionarnos la que hace que nos movamos por agrupaciones. Independientemente de si estas son sociales, empresariales o deportivas, siempre suelen tener una misma finalidad: aglutinar a un número de personas con un objetivo común. El sentimiento de pertenencia a un grupo es algo básico para desarrollarnos personalmente y nos aporta seguridad. El compartir con los demás y poder integrarnos en un grupo que desarrolle un vínculo emocional, hace que mejoremos nuestro estado psicológico.
Vamos a traducir esto a dos ejemplos: las organizaciones deportivas y las empresas. Si hablamos de una organización deportiva, sabemos que si se quiere crecer habrá que conseguir más seguidores o aficionados (además de obtener buenos resultados) y para esto tendremos que salir de nuestro núcleo de acción y encontrar a personas que no tengan relación con el deporte para seguir creciendo. En este punto se hace necesario ofrecerles algo más allá del deporte, algo que tenga un impacto social directo, valores que, por ejemplo, ayuden a los niños a crear su futura identidad. El papel de este tipo de organizaciones es más importante de lo que se cree porque no entiende de fronteras y no se limita a lo que ocurre en el partido. Quien logre aportar valor a las personas ofreciéndoles la oportunidad de crecer y desarrollarse, conseguirá el éxito, pues conseguirá tener algo más que aficionados, tendrá a personas que se sienten identificadas con el proyecto.
Ahora veamos el otro ejemplo, las empresas, organizaciones que tienen la actividad económica como principal objetivo. Antiguamente los empleados en las empresas no eran más que una pieza del engranaje de la cadena de trabajo, poco más que un número con una tarea concreta. Esto ha ido cambiando y con el paso del tiempo se está empezando a dar más valor a lo que realmente importa dentro estas organizaciones: las personas. El dar a nuestros empleados la oportunidad de expresarse o crearles ambientes de trabajo más atractivos son dos factores que les ayudarán a desarrollar un sentimiento de pertenencia hacia la empresa, a no sentirse como empleados sino como miembros. Nuestro capital son las personas y si deseamos crecer necesitamos cuidar de ellas, porque serán ellas precisamente quienes harán posible dicho crecimiento.
Lo que proyectamos al exterior es fiel reflejo de lo que ocurre en nuestro interior y todo empieza por pequeñas conexiones que van creando pequeños grupos que, con el tiempo, van creando sólidas comunidades.
El trabajo en equipo, la comunicación y los buenos resultados suelen ir de la mano.